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lunes, 7 de julio de 2014

Olvidada

Pisoteada, dañada, con cicatrices en cada extensión de la antaño cuidada piel, ahora destrozada y remendada millones de veces con retazos de sonrisas rotas. Se aferra a las palabras de aquellos que la rodean, rozando la seguridad con las yemas de los dedos, pero sin llegar nunca a ella. Salta y se hiere los pies, rotos centenares de veces por los cortantes filos oxidados de las añejas promesas ahora desahuciadas de su alma por el sangrado de su corazón al descubrir que falsas eran.

Nunca pudo creer en la tenue luz que ilumina el alba, pues sus mañanas estaban empañadas por la oscuridad de un presente corrompido, un pasado escondido y un futuro ya enterrado. Se retuercen sus alas, ya secas y acartonadas por el paso de los siglos. La tinta se agotó en su sangre y solo palabras olvidadas pueblan el papel que antaño fueron sus milagrosas alas.

El ángel de palabras muere en una esquina, rodeada de los libros quemados por la Inquisición. Acurrucada y encadenada por grilletes evanescentes a su destino, espera su hora. Y llora la perdida de la pluma, la lira y el fénix. 

Sabe que está muerta.

Solo se pregunta por qué sigue respirando.

El soldadito

Ya murió el soldadito al que nadie pudo callar, aunque cientos trataron de silenciarlo solo un fusil pudo asesinar su voz. Ríos salados se quiebran por su muerte, cayendo por montañas de humana calidez.

Ya murió el soldadito y una voz silenciada le llora, desde el regazo del enemigo sin posibilidad alguna de escapar. Espera entre sollozos la víbora el momento, para al soldadito poder vengar. Nadie lo esperará de la muñeca, aunque por sus mejillas caigan en cascadas de sal todos los trozos de su alma destrozada. Los hilos se mueven veloces limpiando sus lágrimas, incluso si ella no quiere limpiarlas. Nadie teme a la esclava, hasta que el odio corroa sus grilletes.

Entonces se convertirá en soldadita y se unirá al soldadito de nuevo. El soldadito y su soldadita, luchando juntos por la libertad.

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