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viernes, 4 de septiembre de 2015

Agujeros en el cielo

La boca sabe a acre mientras mi lengua se mueve, decidida, soltando la misma mentira una y otra vez.

Alimentando al monstruo que vive en mi estómago y se retuerce con violencia cada vez que me oye decir que estoy bien, que estoy mejorando.

No importa, no me ves los ojos y no puedes leer mi alma, me está ahogando por dentro con cadenas de bilis en mi pecho.

Me hundo, me hundo cada vez más, no son arenas movedizas, es un puto mar de gelatina que me arrastra, pegándose a mi piel y negándose a dejarme respirar. Si dejo de luchar me muero, si lucho me tortura aún más.

Y qué más da, si he dejado de creerme mis mentiras. Si llevo días hundiendome con cada paso y tengo las lágrimas berreando por caer por mis mejillas, celosas del sudor frío que cubre mi piel.

A quién le importa que me cueste respirar, si yo misma estoy tapándome la nariz. Si cada vez que me preguntas como estoy no hago más que responder evasivas y me niego a contarte como me pica la piel, como mis dedos pasean nerviosos por mis brazos, como mis venas se marcan contra la palidez, como mis hombros no dejan de torturarse.

Para qué.

Si estoy dejando de importarme, por qué creer que a ti te podría importar que estoy de mierda hasta el cuello, y que ya no me acuerdo de esa niña con coleta y vaqueros pirata que reía con todo.

Me hundo. Me succiona el maldito bicho que tengo en la cabeza y que se alimenta de cada pequeño desliz que cometo al respirar.

Empeoro, ¿y sabes qué? No me importa lo suficiente.

Te quiero

Te quiero como quiero a mi personaje favorito, oscuro amasijo de tinta sujeto a los designios de un destino que no puede cambiar.

Te quiero en la distancia, silenciosa pasando las páginas cuarteadas de tu vida, cerrando los ojos cada vez que me robas un latido.

Te quiero como esa niña que se enamoró de una estrella fugaz en una noche de invierno, como el fuego que devora, insaciable, pilas de sueños.

Te quiero como los viejos poetas, de ojos cansados y dedos temblorosos, con la boca llena de rimas y una chispa de vida rozando el corazón.

Te quiero en tu mundo de maravillas en el que no tengo lugar, donde soy una simple espectadora de tus delirios.

Te quiero mojada, desde una borrascosa cumbre en la que mis pies resbalan y peligra mi vida.

Te quiero como el cuervo persigue la codicia con cada batir de plumas negras, con cada brillo rapiñado.

Te quiero como a ese personaje de novela antigua con quien soñaba de pequeña y a quien nunca pude llegar.

Algún día cerraré nuestro libro, igual que cerré los anteriores.

Pero seguirás siendo mi personaje de las sombras, en su trono de sueños al que no puedo escalar.

Y te seguiré queriendo.

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