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miércoles, 20 de agosto de 2014

Taller de costura

No hay nombres en mi pecho; solo las cicatrices de lo que perdí, dos manchas de sal en mis mejillas y el rojo del dolor en mis pupilas.

Retales de la vida cosidos con desgracias, supuro tristezas por el corazón, y sangra mi garganta las palabras a las que no encuentra sentido mi razón.

Marcas grabadas a hierro tras cada sonrisa; filos arrasando en mi piel, mientras tu aguja de mentiras descose aquello que me hace real.

Formas de asesinar el alma

Chirrió una puerta, resonaron pasos. En volutas, el polvo se fue levantando.
Huellas perdidas en cada rincón de su cabeza, litros de alcohol quemados con tristezas.

Y en el fondo ella. La de los ojos oscuros.

La que lo mató con un Hasta luego.

Pesadillas

Está podrido. Oxidado. Se hunde en la tierra tirando de tu piel. 

Clavas las uñas y se llenan de pez, destrozadas. Sangre y polvo se unen de nuevo. Gritas mudamente luchando por cada respiración. 

Golpeas tratando de escapar de tu captor. Hueles su hedor. Te paraliza el miedo, pero le miras a los ojos. Y te ves reflejado. El muerto con anhelos del futuro. 

Sollozas. No queda nada más. Despiertas ahogado en las sábanas. Solo otra pesadilla. Te pones de lado.
Inspiras y te golpea su hediondo perfume. 

El muerto eres tú.

Azul

Desde la arena observa el vaivén indeciso de las saladas lágrimas, mientras sus pies se anclan en el ardiente manto sobre el que reposa su cuerpo. Sus cascos le alejan del mundo. 

Gritos de libertad y cánticos de nostalgia cruzan por sus sentidos; sin lograr silenciar el poderoso sonido de las olas al suicidarse por un beso de la arena. 

Sueña con hundirse en el agua. Alejarse del ser humano. Suspira y clava sus ojos en el horizonte. Espera un cambio que no llega.

Allí sigue ella, perdida en el azul lejano. Sus ojos anclados en el mar, su cuerpo, estatua de sal.

Y su mente en el fondo del mar, besándose con sirenas.

Ojos de Medianoche

Deslizó los dedos por sus ojos de medianoche, limpiando la sombra del alcohol y el rímel de soledad.
Coleccionó las infames lágrimas que se atrevían a rozar su rostro, cubriendo de labios cada borrón.

Le hizo un traje de risas y trató de ponérselo a su corazón.
Mil sonrisas gastadas en cada resbalón, tratando de borrar el dolor.

Sabiendo que sus esfuerzos están avocados al fracaso.
Sabiendo que el chico volverá a llenarse los ojos de medianoche.

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