No hay nombres en mi pecho; solo las cicatrices de lo que perdí, dos manchas de sal en mis mejillas y el rojo del dolor en mis pupilas.
Retales de la vida cosidos con desgracias, supuro tristezas por el corazón, y sangra mi garganta las palabras a las que no encuentra sentido mi razón.
Marcas grabadas a hierro tras cada sonrisa; filos arrasando en mi piel, mientras tu aguja de mentiras descose aquello que me hace real.
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