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lunes, 1 de septiembre de 2014

Poeta

Sus ojos sabían a café y destilaba su boca lágrimas huérfanas.

Sus labios sangraban pasiones añejas mientras sus dedos cantaban letras sin melodía.

Algunos lo llamaban genio, otros, soñador. No era más que un caminante sin senda y un trovador con las cuerdas rotas.

Un alma errante, extraviada del laberinto de la muerte, fantasma abandonado entre los vivos.

No hablaba; mas dejaba a su paso una multitud suspirante y desgarrada, esperando el regreso del cantante mudo.

Unos lo llamaban fantoche, otros maestro, algunos señor.

Yo lo llamaba Poeta. Y le entregué mi corazón.

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