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lunes, 29 de septiembre de 2014

Ideas

Mi mente se llena de vacío mientras ellas, esquivas, juegan al escondite en los recovecos de mi cráneo. Intento atraparlas y se me escurren entre los dedos, con un guiño que destila descaro.

Me creo la dueña cuando no soy más que el recipiente, no soy más que el instrumento que usan para darse a conocer.
Mis garabatos son su nacimiento al mundo, que solo ellos eligen, pues, ¿Cuándo se ha podido obligar a nacer a algo? No. Mis pensamientos rehuyen de cesárea, recurriendo al método natural.

Y sin anestesia.

Me estallan el cerebro tratando de salir, mientras suplico que esperen. Me vuelven loca.

No esperan. ¿Qué entiende una idea de horarios?
¿Qué más le da ella que su instrumento esté alimentándose, o descansando?
Son animales salvajes, incontrolables. 

Caprichosas.
No tiene sentido buscarlas.
Ellas llegarán de la mano de la inspiración; y al irse, te abandonarán en el vacío, jadeante.


Te matarán.

No les importa; solo quieren salir. Ser libres.

Jóvenes ideas con estúpidos sueños de libertad.

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