Páginas

martes, 28 de julio de 2015

Olvidando Respirar

Siento que llevo toda una vida contando esto.

El pánico que siento, cada vez que tomo aire y noto cómo pasa por mis pulmones; y el odio que siento en cada latido que mi corazón osa dar.

He dejado de amar la noche. Aquellas viejas escapadas, para huír del sol, recogida tras una esquina esperando los primeros besos de la luna. Esa vieja amante.

Quiero cerrar mis ojos y hundirme en el silencio perpetuo del corazón satisfecho, clausurado tras una eternidad cuidando las autopistas de un amasijo de carne desagradecido.

Estoy cansada. Cansada de caminar de un lado a otro por la simple razón de no hundirme, cansada de respirar para calmar unos pulmones de papel adictos al oxígeno, cansada de arrastrar tinta por un papel por el simple hecho de que mi mente no para.

¿Recuerdas cuando tenía alas? Cuando me sentía libre, ligera como un pájaro, y cada trozo de mi ser estaba lleno de palabras escriras con mil colores. ¿Recuerdas sonreír, sin que duela?

Porque si cierro los ojos, puedo verme volando, el corazón ligero como mis plumas, y la tinta corriendo libre por mis venas sin nada para pararla.

A veces lo recuerdo.

Recuerdo ser ese ángel de palabras.

lunes, 27 de julio de 2015

Miedos de última hora

Me da miedo el silencio, ¿Te lo he dicho alguna vez?

El silencio pesado después del primer te quiero, cargado de miradas incómodas y llenas de pena.

El silencio ahogante cuando muere una ilusión, solo roto por el rumor de unas lágrimas suicidas.

Ese silencio lleno de secretos y mentiras cuando preguntas si hoy estoy mejor y asiento sonriendo.

Me da miedo el silencio.

Ese silencio muerto amigo de mi respiración mendiga, que camina por las noches dando vueltas a mi cama.

Ese silencio cobarde que me impide escuchar tu corazón cuando te marchas y me quedo arrugada una vez más.

Ese silencio avergonzado que queda entre canción y canción, dejando que piense de nuevo.

El maldito silencio voyeur que queda tras el último gemido, lleno de frases con sabor a te necesito un poco más.

Me da pánico el silencio. Porque no existe.

Cuando nos quedamos solos, siempre viene mi pensamiento a hacerse notar.

No me da miedo el silencio.

Me dan miedo mis neuronas.

Creencias muertas

Y qué si ya no creo. 

Desde el principio no hice más que seguirte como un cordero bien enseñado, sin pararme a pensar donde estaba hundiendo mis dedos. 

Ahora miro las ruinas abandonadas a mi lado, los auriculares gritando furiosamente en mis tímpanos ya dañados, y nada importa.

Tú o lo que llevo dentro, uno de los dos iba a romperme en pedazos. Y al final fuisteis los dos.
Cada uno se llevó un pedazo de mi organismo con cada paso que dábais creciendo. 

Al menos tú te fuiste. 

Esto sigue dentro de mí, envenenandome, llevándose mi vida poco a poco. Las canciones nunca hablaron de esto y yo soy muy joven para estar muriendo. Tengo el veneno pegado a la garganta y no planea irse. 

Tampoco puede.

Al fin y al cabo, soy yo la que me estoy matando

Adicciones de mediatarde

Sabor a remordimientos en mi boca. 

Me tiemblan los párpados y estoy ardiendo por dentro, mi piel está demasiado fría. 

No me quites la botella. Sin ella me acuerdo de los dedos apuntandome, tus ojos llenos de confusión y la bilis llenando de ansiedad mi esófago.

No preguntes cuando se volvió el alcohol mi amante, solo sé que quema en mi garganta como las lágrimas en mi pecho, y que duele menos.Me hace olvidarlos, olvidarte, olvidarme. 

Si no me veo no sabré lo que está mal, donde caí. 

Entiéndelo. A mi tampoco me gusta. Pero no me apartes de ella.

La botella es lo único que está entre el dolor y mi cerebro. Déjame matarme unos minutos más, luego volveremos a vivir.

Pero dame unos minutos para recordar cuando en sus miradas solo había amor y no esperaban nada de mí.

Dame unos minutos de inconsciencia en los que ser una niña otra vez.

Te quiero.

Te quiero como quiero a mi personaje favorito, oscuro amasijo de tinta sujeto a los designios de un destino que no puede cambiar.

Te quiero en la distancia, silenciosa pasando las páginas cuarteadas de tu vida, cerrando los ojos cada vez que me robas un latido.

Te quiero como esa niña que se enamoró de una estrella fugaz en una noche de invierno, como el fuego que devora, insaciable, pilas de sueños.

Te quiero como los viejos poetas, de ojos cansados y dedos temblorosos, con la boca llena de rimas y una chispa de vida rozando el corazón.

Te quiero en tu mundo de maravillas en el que no tengo lugar, donde soy una simple espectadora de tus delirios.

Te quiero mojada, desde una borrascosa cumbre en la que mis pies resbalan y peligra mi vida.

Te quiero como el cuervo persigue la codicia con cada batir de plumas negras, con cada brillo rapiñado.

Te quiero como a ese personaje de novela antigua con quien soñaba de pequeña y a quien nunca pude llegar.

Algún día cerraré nuestro libro, igual que cerré los anteriores.

Pero seguirás siendo mi personaje de las sombras, en su trono de sueños al que no puedo escalar.

Y te seguiré queriendo.

Confesiones inacabadas

Como decirte que una gota de sudor me ha besado los labios y me ha sabido a tu boca.

Como contarte que no puedo dormir si no escucho la música de tus pulmones, si no me arrulla un ronco 'buenas noches'.

Como decirte que no es que tenga insomnio, sino que cada partícula de mi ser se ha enamorado de las tuyas.

Y que si cierro los ojos puedo sentir el rumor de tu piel contra la mía, y tengo grabada a fuego esa mirada llena de secretos mudos.

Como contarte que he bordado en mi espalda la sonrisa que huye a tu boca cuando hablas de lo que te gusta, y como deseo que me pertenezca esa mueca.

Como decirte que te he robado un cachito de tu olor y me lo he guardado en el cerebro para cuando me hagas falta.

Y que el latir de tu pecho es la melodía más hermosa que he escuchado en sueños.

Como decirte, como decirte que te quiero.

miércoles, 15 de julio de 2015

Tú.

Estoy en blanco.

La lengua pesada en el paladar, las neuronas de vacaciones, el corazón a punto de estallar. 
Joder, me robas las palabras, el sentido, el odio a vivir. Me dejas vacía con una mirada llena de excusas. Y no te importa.

Estoy en blanco.

Miro la brillantez de la hoja desnuda y me siento pequeña. Se me cierran los ojos, la garganta, los dedos se agarrotan asustados. Ese papel, tu piel. Inmaculado, vacío para tintar con mis palabras.

Y estoy en blanco.

Tanto que decir y tan poca saliva almacenada, tantos deseos y tan poco coraje a la hora de decirlo. Te quiero, ¿Qué pasa? Deja de mirarme así. No te estoy pidiendo permiso.

En blanco. Odio quedarme en blanco.

Miro el pecado oscuro de tu iris y se me queman las entrañas, mi cerebro se marcha por inundación del corazón. Y que boca, joder, que boca. Pasaría horas escuchando tus rayadas mentales solo por verla moverse.

Pero sigo en blanco.

Que asco. Puedo pasarme horas hablando de la curva de tu espalda y ni un minuto siendo sincera sobre mis sentimientos. Es el miedo, el puto miedo de siempre. ¿Es posible que duela el corazón? Noto cada latido pesado, errático, a juego con el nudo en mi estómago.

Estoy en blanco.

Me enfermas. Por menos me hubiera matado ya Shakespeare. Joder, esto no soy yo. Los sentimientos me están ahogando tras la sonrisa fija. Me arde el pecho y no hay agua para apagarlo.

Al fin y al cabo, no importa.

Me dejas en blanco.

martes, 14 de julio de 2015

Trozos de cristal

Trozos de cristal rajado. Dos pedazos se han partido en mis mejillas y no me dejan respirar. Tengo la garganta en carne viva y los ojos desgarrados.

Adiós. Ponedme esto en el cuello y que me hunda junto a mi tristeza. Nunca tuve ilusiones, pero las has matado todas.

Soy una estúpida. No, no trates de negarlo.

Soy una estúpida.

Por unos minutos, me permití tener esperanzas. Soñar.

Soñaba con tu boca en la mía, un brazo en mi cintura y tu olor pegado a mi pelo.

Cállate. Ya sé que no es verdad. Pero ahora es lo único que me queda.

Soñar.

jueves, 9 de julio de 2015

Ven.

Acércate. 

Te veo mirarme, toma un vistazo mejor. ¿Te da miedo ver las cicatrices? 

Creía que ya sabías, no soy más que un montón de piel junta con puntadas de esquizofrenia. Vacía por dentro, con unos ojos preciosos. Mis ideales están escritos a fuego en cada célula, pero hace mucho que dejaron la central. 

Acércate. 

Mírame y di si ves algo que valga la pena. ¿No puedes mentirme a la cara? 

Dos manos tuertas buscando alejarse de un cuerpo putrefacto, hundido en la miseria de su propia humanidad. De qué sirve seguir caminando si de quién quiero huir es de mí misma.  Huir de estos músculos de serie, deshacerme en el aire de una noche sin luna. Cuando nadie pueda verme. 

Acércate. 

Clava tus ojos en los míos y recuérdame que sigo viva. Me estoy olvidando de respirar. Tócame, roza mis heridas sin el odio que hay en mis dedos. Camina a mi lado y esquivemos los cristales que cortan los sueños. ¿Vienes en este salto de fe? 

Acércate. 

Hace tiempo que dejé de creer. Necesito que me atravieses el alma, que me devores, renacer trozo a trozo. Si crees lo suficiente en mí, quizás se curen las heridas. 

Date prisa.

Me estoy desangrando.

miércoles, 8 de julio de 2015

Bullets

Dentro de mí.

No dejo de correr, tratando de huír de algo que se ha infiltrado en mi sangre, envenenado mi cerebro y me está consumiento lentamente.

Sería un cliché decir que eres mi droga, y tampoco lo eres. Dejémonos de ñoñadas, eres la bala, la pistola y el cabrón que aprieta el gatillo.

Pero también yo soy la bala y la pistola.

A quién quiero engañar, tienes una forma única de romperme en padazos.

No quiero oír la palabra que recorre tu mente y lucha por salir de tus labios. No soy masoquista, soy la compañera de piso del dolor.

Dentro de mí.

Lo noto.

Rasgando lentamente todo lo que queda, destrozando meticulosamente cada estatua de cristal. Dejémonos de mentiras.

Disparaste. Y yo salté en medio.

No es culpa de la bala. Ella solo se dejó llevar por tus encantos.

Como culparla, si es mi mismo pecado.

martes, 7 de julio de 2015

Hielo

Hace frío. 

Fuera hace un día espléndido, pero yo estoy helada. Quizás si me abrazas entre en calor.  

Te siento tan cerca y estás tan lejos, te podría rozar si muevo los dedos, pero no te estaría tocando. Quiero ser esa en la que piensas cuando te distraes en clase. La que se cuela en tu boca y te hace sonreír sin motivo. Quiero que una de tus sonrisas lleve mi nombre y mi dirección. 

Y quiero romperte las muecas con besos apresurados. 

Me estás mirando y no me estás viendo. Joder, piérdete en mí. Rómpeme la piel de tanto acariciarla y métete en ella. Déjame respirar tus suspiros, ahogarme en tu nombre. 

Permíteme soñar que somos nuestros, aunque solo sea unas horas. Tatúame unos minutos en tu piel, da igual que luego se vaya con el agua de la ducha. Quiero oler a ti hasta que seas tú quien huela a mí.

Voy a hacerme un pijama con el recuerdo de tu piel, y me lo pondré cuando me sienta: 

 Sola. 

(Cada noche).

Reincidente

Otra vez mi mente dormida te ha besado en los labios.
Otra noche de risas apresuradas y dedos agarrando el aire desesperadamente.

Otro despertar agridulce en una cama vacía y el regusto de un sueño lejano en la lengua.
Otro día de cerveza amarga y deseos de distancias más cortas. Horas esperando un mensaje que nunca llegará.

Otra vez mi cabeza alocada te echa de menos y sueña con tus brazos en mi cintura, mi mano en tu pecho y los ojos cerrados.
Otra vez suspiros reprimidos tras un jadeo, cosquilleo de dedos en el costado y sonrisas tímidas con sabor a más.

Otra vez tus ojos en los míos prometiéndome la luna, tus labiso bromeando cerca de los míos, tu pelo desafiando los buenos modales.

Y por supuesto, otra vez la realidad se cuela entre nosotros para recordarme que no estás aquí.

Otra vez.

Te echo de menos.

Café

El café está amargo en mis labios.

Se desliza como un viejo amigo por mi garganta y me promete que nada va a acambiar. No sabe que estoy conteniendo las lágrimas y llevo semanas sin soñar.

Ni siquiera el olor a incienso que mancha mi ropa puede teñirme una sonrisa en la boca; y siento que me muero por dentro. Me odio y odio cada instante que sigo respirando.

¿Qué sentido tiene? El mundo sigue girando quiera o no, y cuando no sea más que un recuerdo agridulce, seguirá moviéndose.

Así que no importa. Puedo seguir caminando sin vida unos años más. Nadie se dará cuenta, ni siquiera tú.

Es mi culpa.

Al fin y al cabo fui yo la que olvidó.

Fui yo la que se engañó pensando en tus labios.

Ropas demasiado grandes

Pican los ojos con lágrimas secas y arde la sien con dolor apenas controlado, mientras se ahoga mi alma en mentiras.

Una sonrisa en la cara y todo irá bien, mientras sea convencible.

Se está cayendo todo a mi alrededor y no soy más que una niña asustada en una ropa demasiado grande. Atrás quedaron los castillos de naipes y las muñecas, las ensoñaciones.

La vida duele y a mí me está matando. No sangro, pero me derramo por los ojos. Me estoy quedando vacía y sin parches que ponerme.

Dime qué está mal, qué puedo arreglar, qué parte mí puedo coser para dejar de estar rota. Una cicatríz más no arruinará el tapiz.

Ayúdame. Solo quiero saber a quién he cabreado para estar así. Todo se derrumba.

Y en el centro, yo.

Sola.

Milagros susurrados

Nunca fui un ángel.

Los ángeles no mueren, no sangran. No lloran. No son humanos con alas.
Hace mucho que olvidé como volar.

Paso horas arreglando un alma inexistente, un espíritu que perdió el aliento corriendo por el laberinto de sus decisiones. No puedo ignorar este juego y tampoco quiero.

Acaba de empezar, cariño, ¿Dónde está tu curiosidad? Llámame raro, ciego. Llámame lo que quieras.

Solo te pido otro milagro mientras me esfumo en cenizas. ¿Dije ya que estoy muerto? Recuerdo el gatillo, el respirar de la pistola. El ardor insoportable de tu mano en la mía.

Y la bala en mi pecho.

Un último milagro.

(Recuérdame)

Papeles en blanco

Estoy mirando el papel en blanco, los dedos tiemblan otra vez. Ojos extraviados en el laberinto de alguna mente olvidada, dolor de pecho que no se va aunque sude lágrimas.

Una vez más cansada de ser la fuerte; y dos gotas de lluvia se han colado en mis mejillas, dicen que no se van. Las han invitado mis pesadillas. Se abre el jodido suelo otra ves y me estrello de rodillas; quisiera llamarle, romperme para que me alegre con sus idioteces.

Maldita sea, niña, ¿Quieres aprender de una vez? Deja de oír al mundo, sube la música. Márchate. No estoy huyendo, o quizás sí. ¿Acaso a alguien le importa?

Juré no llorar hace años y me rompí hace unos pocos, la maldita presa que nadie se atrevió a arreglar se está secando poco a poco.

Es de esos días de invierno donde tienes los ojos mojados y el alma en ruinas, cuando te inundas por dentro y el agua no encuentra salidas. Se me está desmoronando el corazón como un castillo de naipes y soy yo la que ha soplado.

Soy esa vela que se ahoga mientras se va derritiendo por culpa de una llama más fuerte que ella, más poderosa.

Quizás no leas esto, quizás no sepas que decir, solo quería escribir que llevo semanas queriendo llorar y parece que se me ha olvidado. Tengo el corazón húmedo y la garganta rota, pero las mejillas en alerta por sequía.

Qué más da.

Hace mucho que me di por

                                              perdida.

Espacios

Unos segundos. Una mirada.

Escribo lo que nunca voy a ser capaz de decirte, lo que nunca sabrás que es para ti. Me aprieta el pecho y me arde el estómago mientras las lágrimas queman en mis ojos, muriendo antes de derramarse. Una sonrisa postiza pegada en la boca y los dedos rotos de sentimientos.

Dicen que soy fuerte y estoy muerta por dentro. Confié y ahora el mundo duele; todo se quiebra junto a mí.

Dame un minuto. Luego puedes olvidarte para siempre de mí.
Pero por un minuto, déjame creer que alguna vez me viste.

Aunque no hubiese amor en esa mirada.

Déjame creer, que en tu mundo perfecto, existe un pequeño lugar para mí.

Una de esas noches frías

Camina tambaleante por las aceras, apoyándose en las paredes cuando no puede aguantar más. Está helándose.

Tiene los pies rasgados y llorosos; el vestido, desgarrado y con crisis de identidad. Ya es de noche en algún lugar del mundo; y se acurruca en cualquier esquina bajo al abrazo del frío viento y la vigilante mirada de las estrellas.

O al menos las imagina. Malditas personas y sus luces de ciudad.

La niña resopla y trata de calentar sus manos, que se niegan a recibir algo del poco calor que le queda dentro.

La gente pasa sin dirigirle una sola mirada y ella esconde la cara entre sus cabellos, para que no vean sus lágrimas de desesperación.

No nota que no la ven porque está dentro de uno de ellos.

Es otra de esas almas rotas, ancladas en cuerpos que andan perdidos, sin ton ni son.

Anomalías Salvajes

El tiempo pasa indecentemente, dejando sus huellas en mi piel, mi cabello, mis ojos. 

Esos ojos verdes de niña inocente hace mucho que dejaron de ver el mundo, y ahora, unos color marrón sucio miran cansados a su alrededor. Ojos cansados tras gafas desgastadas, ventanas de un cuerpo dormido y un alma cada vez más vieja. 

El tiempo no perdona y yo tengo demasiados pecados. Viví demasiado lento creyendo que podría escapar y malgasté mi aire en suspiros. 

Ahora, vieja, cansada, quejumbrosa, veo caer las hojas en el agua y dejarse llevar río abajo. Una sonrisa en mis labios secos, aburridos y dormidos por el aire que los lame lentamente. 

El tiempo. Compañero traicionero que nunca abandona. 

Un segundo.
Algo de vida tras dos cristales sucios. 

Desaparece. 

Anomalías salvajes.


Soñé

Soñé que respiraba.

Mis pulmones se llenaban con tu perfume y el aroma del vivir. Soñé tu boca sobre la mía en una sinfonía de gemidos prohibidos y sabores olvidados. Soñe el latido de mi corazón, desbocándose por un roce. Soñé que soñaba contigo, sonriendo levemente, deslizando tu mano en la mía mientras yo enloquecía solo al verte.

Soñé tantas cosas que al despertar; fría y otra vez sola, con el sabor de tu boca impregnado en los labios y las cosquillas de tus dedos perdidas en mis manos, no pude contener las lágrimas que se suicidaron en el llanto.
Quién pudiera soñar eternamente, si así estoy a tu lado.

Amnesia

Te olvidé. 

Triste poema de pocas sílabas; correoso dolor recorriendo las venas de un cuerpo podrido en su interior. 

Te olvidé. 

Ojos que se cierran por miedo a sonreír, cuello tenso y duro esperando un golpe final. 

Te olvidé. 

Silbido en el aire húmedo, dos ríos surcando una tierra de piel, el sabor de la traición. 

Sí; te olvidé. 

Pensamiento peregrino frente a un espejo, mientras el reflejo se estremece. Una mano acaricia la mejilla fría e inexistente.

 Me olvidé.

Buscar este blog