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martes, 7 de julio de 2015

Una de esas noches frías

Camina tambaleante por las aceras, apoyándose en las paredes cuando no puede aguantar más. Está helándose.

Tiene los pies rasgados y llorosos; el vestido, desgarrado y con crisis de identidad. Ya es de noche en algún lugar del mundo; y se acurruca en cualquier esquina bajo al abrazo del frío viento y la vigilante mirada de las estrellas.

O al menos las imagina. Malditas personas y sus luces de ciudad.

La niña resopla y trata de calentar sus manos, que se niegan a recibir algo del poco calor que le queda dentro.

La gente pasa sin dirigirle una sola mirada y ella esconde la cara entre sus cabellos, para que no vean sus lágrimas de desesperación.

No nota que no la ven porque está dentro de uno de ellos.

Es otra de esas almas rotas, ancladas en cuerpos que andan perdidos, sin ton ni son.

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