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miércoles, 12 de junio de 2013

Represión

Era uno y nunca más fue, perdido en lo que jamás será, nunca llegó a nacer, murió en la punta de la lengua, en un suspiro fue sentenciado, y en una sonrisa de vergüenza finalmente se enterró. Una confesión, sílabas susurradas, nada más que palabras, nadie las recibió. Porque nunca la escucharon, la silenciaron con un ademán, no quisieron saber lo que la inocencia puedo pensar. La tildan de que todo sabe, es bueno saber pero no divulgar, lo único que quieren es de oveja al lobo disfrazar. Nunca le dieron la palabra, pero sola encontró como dar forma a sílabas con un trozo de carbón. Y renació de sus cenizas, pero nadie la oyó, porque jamás fue observada, siempre oculta en el montón. Nadie es importante, nadie tiene voz, somos una, en Fuenteovejuna, la voz es del pelotón. Y a silencios la fusilaron, nuestro fénix perdió su voz, se quedó muda entre las cenizas, con las manos llenas de carbón. Y con los dedos, temblorosos, antes de rendirse en el paredón, dio forma con los dedos a lo que siempre silenció, movida por la idea de que no valía nada, de que ni voz ni voto conoció, con rabia reprimida, un canto de revolución escribió. Y cuando quisieron borrarlo, todos lo habían visto ya, corrió de boca en boca, como un viejo refrán. En su memoria permanece, la idea de pensar, y a la imaginación dar forma, la voz hacer sonar, pues todos somos válidos en la manera de expresar.

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