Dicen que estoy rota por dentro.
Que ya no sirvo, que nada puede arreglarme. No merece la pena. Solo es otro corazón destrozado, y mientras nadie vea el desastre...
Por eso sonrío, y tras mi tirante boca suplico que alguien note el vacío en mis ojos. Imploro ayuda para coser, poco a poco, los desgarros del desprecio en mi alma.
Pero nadie ve más allá de mis dientes de anuncio y mis mejillas sonrojadas. ¿Qué importa que esté muerta si sigue oliendo bien?
Y siguen caminando por el mundo sin remordimientos. Paseando entre un montón de muertos en vida, como yo.
Aquellos que tenemos muerta el alma; rotos los ojos y perdido el corazón.
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