Ya murió el soldadito al que
nadie pudo callar, aunque cientos trataron de silenciarlo solo un fusil pudo
asesinar su voz. Ríos salados se quiebran por su muerte, cayendo por montañas
de humana calidez.
Ya murió el soldadito y una voz
silenciada le llora, desde el regazo del enemigo sin posibilidad alguna de
escapar. Espera entre sollozos la víbora el momento, para al soldadito poder
vengar. Nadie lo esperará de la muñeca, aunque por sus mejillas caigan en
cascadas de sal todos los trozos de su alma destrozada. Los hilos se mueven
veloces limpiando sus lágrimas, incluso si ella no quiere limpiarlas. Nadie
teme a la esclava, hasta que el odio corroa sus grilletes.
Entonces se convertirá en
soldadita y se unirá al soldadito de nuevo. El soldadito y su soldadita,
luchando juntos por la libertad.
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