Lleva
años escuchando leyendas de héroes que lo consiguieron, meses soñando con
hacerlo, pero su fuerza de voluntad flaquea y finalmente sus sueños entierra.
Entre suspiros, se obliga a pensar que son solo ilusiones que nunca podría
realizar, y mata a la voz que susurra que puede mucho más, pero ella se cree
Ícaro, y nota sus alas tirando hacía el mar. No piensa que sus alas no son de
cera y plumas, sino que son de sueños, talento y trabajo. Necesita ayuda,
necesita un tirón que la saque del hoyo donde su depresión la tiene presa, solo
necesita un empujón para tirar lejos sus cadenas. Es su propia carcelera, es
ella la que a pedradas rompe sus alas, porque tiene miedo de despegar, tiene
miedo de hundirse más abajo y morir sin saber vivir. Quizás es hora de que
olvide todo y empiece de nuevo, que olvide volar y camine lejos, hasta
encontrar su sitio. Una vez allí, saltará de la colina más alta, con su
paracaídas de sueños. Y nadie podrá derribarla.
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