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martes, 17 de diciembre de 2013

Rota

Reducida a polvo y sombra, fénix que no renacerá de sus cenizas ahora aguadas, ahogadas en lágrimas no derramadas y promesas de ocasión. Voluntad de hierro oxidado, muñeca rota de trapo, juguete sin vida, instrumento silenciado. Muerta en vida que camina movida por hilos invisibles, que nada puede cortar. Rota por envidias, fracaso y soledad, corroída de asco hacia el mundo, hundida en las brasas aún ardientes de una revolución olvidada. Una revolución que, como ella, nunca renacerá, enterrada desde hace siglos junto a la esperanza, ningún fuego podrá traerles vida, pues el fuego solo calcina, ahoga el agua, destroza el viento y la tierra aplasta.
Mientras que ella está aplastada por la codicia, destrozada por los restos de su libertad perdida, ahogada en el fracaso de sus esfuerzos marchitos, y calcinada por los carbones que quedaron tras el fuego de su pasión.
Enterrada y no muerta, hace años no respira, por miedo a ahogarse en el polvo. Por miedo a inhalar la sombra en la que se ha convertido.

Por miedo a reconocer que es solo el eco de los gritos que dio un día.

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