Erase una vez que se era, lo que nunca más
será, lo que callaron asustados, lo que nadie quiso escuchar. Una pintura, un
relato, una canción y un vídeo, todos distintos, pero todos dicen lo mismo.
Todos piden atención, cariño y tesón, ser notados, quizá incluso valorados. Mil
testimonios hablan de ellos, pero solo una opinión importa, la que puede
destruirte o llevarte a la gloria. Bajo el ojo del mundo esperan el veredicto,
la sentencia que decidirá si merecen algo, si realmente sirven. Una suave voz
susurra que todos sirven, que da igual que digan los desconocidos, que son
válidos, y en ese momento se desvanece todo, solo ellos y su obra, dueños de su
virtud, frente a una sociedad crítica e inculta, moribunda por las balas
certeras de la ignorancia, una sociedad que no tiene derecho a insultar su
trabajo, pues no tienen voz ni voto ante algo que ni ellos han sido capaces de
hacer, ya que nunca se atrevieron a expresarse por si mismos, siempre tocaron
un mismo son, aprendieron el abecedario y a no salirse de la raya, una raya que
terminó estrangulando sus ganas de crear, mandándolos al montón de los que
callados castigan a los que se atrevieron a hablar, disparándoles críticas sin
fundamento, solo con ánimo de enterrar bajo el barro sus esfuerzos una vez más.
Pero no os apiadéis de los artistas que
claudicaron, ya que el primer tiro lo dieron ellos, al dejarse juzgar por quien
no sabe y solo busca dañar. Al dejarse juzgar por nuestra corrupta y cerrada
sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario